En pleno barrio de Salamanca es un local de tan pequeño casi escaso, pero maravillosamente aprovechado. Cocina tradicional y más, su fama viene por tres platos que forman su carta emblemática: los callos, el rabo de toro y las croquetas. A este se le pueden unir los caracoles, las mollejas, las albóndigas y muchas más entradas de la carta que a pesar de no haber probado parecían complacer a quienes las tomaban, entre otras una vistosa ensalada de pamplinas con granada, trocitos de jamón y muchos más ingredientes que no soy capaz de enumerar. El servicio, al menos en barra donde nos atendió Trifón hijo, muy agradable. El precio no es barato aunque tampoco sea desmesurado, algo más caro que razonable. En todo caso de la comida disfrutamos por su calidad y por la posibilidad de comer en base a raciones, unidades y medias raciones, que cada vez me parece más agradable que el menú o la carta de platos inamovibles en su calidad y estructura. la bodega correcta tanto en vinos como vermuts y de postre una tarta de queso con mermelada de aceituna francamente buena aunque amenazaba en su enunciado con un dulce de leche que solo era decorativo. Para mi recomendado.
Ayala, 144
Madrid
914023794
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