De las dos veces que he visitado el Mesón he sacado una conclusión clara, es sorprendente y esa característica la comparte todo el amabilísimo personal del lugar, desde la cocina hasta la mesa. De un restaurante que es capaz de lo más sublime y lo peor en la misma mesa y en el mismo día no se puede pensar otra cosa que que falla algún control y llegan a la mesa platos que nunca debieron de salir de la cocina. Tal vez el problema sea que en días festivos y con el comedor lleno el personal está sobrepasado. No lo se. Eramos alrededor de cuarenta personas y pedimos arroz con liebre y judías con perdiz. Nos sirvieron dos fuentes de arroz con liebre, una de ellas estaba sublime de sabor y de punto, la otra estaba carbonizada, literalmente. No con ese pegadillo sabroso que los valencianos llaman socarrat, no, carbonizada. No había más sabor que el quemado que realzaba ese típico punteado negro del arroz abrasado en la cocina. Insisto, el que estaba bien, sublime. Y también nos pusieron dos fuentes de judías con perdiz. Poco hechas. El sabor delicioso, pero el caldo estaba aguado. Le faltaba la untuosidad, el cuerpo, que las judías al hacerse con tiempo y convenientemente dejan en los guisos. Les faltaba ese fuego lento, ese cariño que los platos de cucharan agradecen devolviéndonos texturas y paladares propios de las puertas de La Gloria. Me queda por probar este lugar en un día de menor ocupación. Estoy convencido de que la cocinera sabe de sobra como sacar un guiso en su punto cuando el tiempo no la apremia, ahora solo le falta aprender que cuando uno se tuerce el único lugar por el que puede salir un plato de la cocina es por el cubo de la basura. Tiempo y criterio, la sabiduría ya la tienen. recomendado con reparos.
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